Si ese es tu caso, querida amiga, recuerda: nada en tu naturaleza es un error. Bajo esta premisa puedes mirar con fe y confianza tus posibilidades, moverte hacia tus objetivos y cumplir los planes de Dios para ti. Es hora de que aportes tu granito de arena hacia el logro de un mundo mejor; puedes hacerlo desde tu esencia de mujer. Tu valía personal debe estar sustentada en el amor de Dios, no en la aprobación de los demás o en conceptos sociales no equilibrados que tal vez te han transmitido desde niña. Saberte amada por Dios es la clave cuando tu entorno quiera hacerte creer que no vales nada.
Amarte a ti misma es amar la creación de Dios; menospreciarte, es menospreciar los dones que te otorgó. Disfrutar a la mujer que eres es disfrutar a Dios en tu vida. Cuando tu amor propio se traduce en gratitud al Señor, no es egolatría ni vanagloria, es sencillamente reconocerte como su hija. Nuestra creación no tuvo más razón de ser que el amor de Dios; entender esto es un principio de salud, no solo espiritual, también emocional y relacional.
Ámate a través del amor de Dios; eso te hará ser humilde y cálida; te capacitará para amar a los demás. Como dice Patrice Baker: «Primero aprende a amarte y a aceptarte incondicionalmente. Luego podrás amar y aceptar verdaderamente a otra persona».
Cuando te sientas insegura, recuerda:
- El amor de Dios es eterno.
- Su amor por ti va más allá de tu entendimiento.
- Él siempre te amará incondicionalmente.
- Solo experimentando su amor podrás amar a tu prójimo.
- Afiánzate en su promesa: «Porque te aprecio, eres de gran valor y yo te amo» Isa. 43: 4.
0 comentarios:
Publicar un comentario